¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy
nervioso, terriblemente nervioso. Pero, ¿por qué afirman ustedes que estoy
loco?
He aquí el
comienzo del primer cuento de terror psicológico que se ha escrito. En apenas
siete páginas, obra maestra del relato corto por su carácter de clásico mil
veces imitado; pero clásico por sus virtudes y sencillez narrativas, es
decir, por su pasmosa economía de medios (según criterio de Julio Cortázar, entre otros), por la mesura y proporción entre sus elementos, por lo
ajustado de su ritmo narrativo: en el cuento ni sobra ni falta una coma. Y
clásico, en suma, por su intemporalidad: únicamente se detecta un rasgo en todo
el texto que lo asigna a una época, lugar o cultura determinados: ese tipo de
linternas sordas con cierres metálicos lógicamente pasó a la historia hace
mucho.
Los escasos personajes también
participan de esa curiosa indeterminación o desubicación: son todos anónimos,
no se ofrece dato identificatorio alguno sobre los mismos. Tampoco de lugar o
de tiempo, por todo lo cual el relato se lee hoy igual que cuando fue escrito,
hace más de ciento cincuenta años.
Pero si hubiese que destacar algún
aspecto sería la habilidad de su autor para hacer que resulte tan cercana y
verosímil la malsana personalidad del asesino, su perversidad exhibicionista
(en todo momento se está dirigiendo a un público imaginario de contemporáneos,
que no es exactamente el típico lector), perversidad que desde el mismo inicio, apoyada en la primera persona narrativa, se apropia y enseñorea de
todo el relato. Poe logra que el lector se sienta sobrecogido ante dicha psicología -por utilizar un término que hoy encaja muy bien en la historia de
la literatura-, y lo hace, con subyugante perversidad, mediante la
acumulación de rasgos reconocibles como malignos, pero mezclándolos con
aquellos que definirían a una mente, digamos, normal. El asesino
razona con tan llamativa claridad. Su único defecto es esa extraña obsesión que
lo domina. ¿Acaso actúa como una bestia inhumana? ¿Se nos presenta en todo momento
como un loco de atar?
Su enfermedad, de entrada, no parece
mucho más grave que la simple y cotidiana neurastenia presente en cualquiera de
nosotros. El cuidado con que procede, su cautela, su meticulosidad neuróticas,
no se enuncian simplemente: son plasmados con todo lujo de detalles por el
autor. Diríase que Poe buscaba que el lector llegara a pensar: esta es, a no
dudar, la manera en que yo mismo me desenvolvería, llegado el caso de perder la
cordura...
En cuanto a la propia ejecución, el estilo,
se advierte pronto que Poe fue asimismo poeta de importancia. Su agudo sentido
para los detalles se demora a voluntad en determinados pasajes o elementos,
logrando un poderoso efecto rítmico, musical, y de amplificación, que
contribuye en gran manera a otorgar verosimilitud a la historia. Por ejemplo,
el levísimo quejido de terror del viejo al notar que lo vigilan en la
oscuridad; el repentino enfurecimiento del asesino al abrir la linterna y
contemplar de nuevo el ojo ciego:
Estaba abierto, abierto de par en par...
y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un
azul apagado, y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano.
De igual modo, la insensata
pretensión de escuchar el latido de otro corazón a distancia, se convierte al
final en leit motiv que va generando un crescendo, emocional y
expresivo, al igual que en otros de sus grandes relatos como "El gato negro", "La caída de la Casa Usher", "El pozo y el péndulo", etc., para
rematar espectacularmente la historia. El autor podía, por ejemplo, haber
otorgado en ese momento un papel más importante a los agentes que investigan;
podía incluso haber elegido al gran Monsieur Dupin para resolver brillantemente el misterio.
Hubiese sido un error, tal y como están planteadas las cosas: en este caso trató a los
policías de meros comparsas.
Dentro de
la aparente sencillez de la historia, parece ser, pues, esa cualidad musical,
unida a la intensificación de ciertos, muy precisos, pormenores de la trama, en
menoscabo de otros, lo que refuerza hasta tal punto, hoy igual que hace siglo y
medio, su gran poder de fascinación.
© José L. Fernández Arellano, 2006
Vaya por delante que soy un ferviente admirador de la prosa de Poe. Lo considero maestro en el relato de intriga y terror, y antecedente necesario de la novela detectivesca y negra, por decirlo de forma escueta y sin entrar en más análisis. En cuanto a este relato en concreto, Poe hace gala de lo que denomino "subjetividad suprema", esto es, llega al punto de crear una relación directa entre el chico y el ojo del viejo, dejando aparte el resto de historia. Este punto de vista íntimo y único atrapa al lector y lo sumerge en la profundidad de la mente del chico, sin que haya espacio para nada más. Este conocimiento de cómo funciona la mente del protagonista es sublime, y se ofrece al lector nada más comenzar la narración. Por tanto, el relato forma parte de la historia de la literatura. El final, espléndido y único. Sólo pudo ser obra del Maestro Poe. Salu2.
ResponderEliminarAcertado y feliz comentario. A destacar que dicha "subjetividad suprema" no tiene antecedentes en la litetatura y muy pocos consecuentes a su altura. Tendría que llegar el genio del monólogo interior, James Joyce, para lograr recrear a ese nivel el vínculo entre lector y personaje.
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